Permitirse el derecho de sentir tristeza significa hacer una pausa y afinar la mirada frente a lo que parece obvio.
La tristeza es una oportunidad para crear y contemplar lo bello que hay en la vida. Así le pasó al escritor Juan Diego Mejía, él capitalizó un instante de soledad y lo convirtió en un libro.
El resultado de esa vivencia fue una novela que se tituló El cine era mejor que la vida y narraba la historia de una familia de Medellín en los años sesenta. En ella un niño de ocho años anhela que Mejía, su papá, lo llevara a ver El gran escape, la película clásica de guerra. Pero Mejía era un comerciante que siempre terminaba fracasando de la mano del alcohol, asunto que le impedía agradecer el amor de su esposa, y del hijo que cada noche lo esperaba en casa.
Cuando escribió esa historia, Juan Diego descubrió que aceptar a la tristeza como un estado de ánimo natural, al que no debía estigmatizar ni temer, le permitió conectarse más con la creatividad y la empatía.
De hecho, las primeras letras que plasmó en el papel lejos estaban de querer ser publicadas. Las escribió como un ejercicio de liberación, tanto que le pareció extraño cuando algunas personas las leyeron y se conectaron instantáneamente con sus sentimientos de soledad y abatimiento.
Desde ese momento Juan le da la bienvenida a la tristeza cada que es necesario, en vez de huirle la aprovecha para apreciar la belleza del mundo que usualmente no ve por la carrera vertiginosa del ser humano en la cotidianidad.
Dice que esa misma carrera, sumada a una industria de la felicidad en constante crecimiento que impone el «¡sé feliz!», hace que las personas se sientan condenadas cuando la tristeza toca a la puerta, sin saber que permitirse el derecho de sentir tristeza significa hacer una pausa y afinar la mirada frente a lo que parece obvio.
No se trata de regodearse en la tristeza, más bien es aceptarla sin pánico, de esa manera es que puede generar afortunadas secuelas. En el caso de Juan Diego ya no es necesario estar triste para apreciar las maravillas del mundo, hacerlo se convirtió en un hábito: la búsqueda de la belleza ya hace parte su vida.
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La belleza es un derecho
“Una puesta de sol, un cielo estrellado,
la ternura de un beso, la eclosión de
una flor, el vuelo de una mariposa, la
sonrisa de un niño. Porque, a menudo,
la grandeza se percibe mejor en las
cosas más simples”.
Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil, 2013
Excelente la oportunidad que nos brindan de leer y aprender