Diana Ríos no olvida el partido de semifinales de la parada del Circuito Suramericano de vóley playa del 2018. En su memoria está grabado el momento en que, como integrante de la selección Colombia, y a un punto de ganar el juego, sus rivales solicitaron “tiempo físico”, respiraron, replantearon la estrategia y volvieron a la cancha. A partir de ese momento nada salió bien. Argentina ganó 16-14. La falla fue mental, sin duda para ella, ese es el error del que más ha aprendido en su vida.
“Nadie nos prometió un jardín de rosas” dice Fito Páez en una de sus canciones emblema, y justamente al lado del camino recorrido hasta ahora, con 29 años, Diana sorteó distintas situaciones adversas.
Empezó a jugar cuando tenía diez años. Debió vender dulces a escondidas en el colegio, además, de ayudarle a su papá a vender frutas para pagar los pasajes y llegar a los entrenamientos. A los 15, cuando ya era titular de la Selección Antioquia de voleibol de piso, el entrenador de turno la sacó sin razón de la nómina. Fue demoledor.
Se dice que las dificultades preparan a las personas para destinos extraordinarios. A Diana la decepción de jugar poco y ser suplente la condujeron primero a practicar vóley playa por diversión y luego a reinventarse, perder su puesto en el equipo de piso, fue lo que le permitió valorar otras alternativas, la arena la acogió, un entrenador creyó en sus condiciones y al poco tiempo se convirtió en profesional de esta nueva disciplina.
En su libro Talent Code, Daniel Coyle señala que, erróneamente, creemos que nuestro cerebro y nuestra memoria funcionan como una grabadora de casete, cuando estos realmente son estructuras vivas de tamaño casi infinito, a los cuales, enfrentarlos a la dificultad, les permite desarrollar una mayor capacidad de aprender nuevas cosas.
Asimismo dice que, a la hora de hacerse mejor en cualquier actividad es necesario elegir un objetivo, puede ser un punto débil, para enfocar la lucha y perfeccionarse a través de la dificultad.
En 15 años de carrera Diana reconoce que más allá de lo deportivo su mayor lucha ha sido con su mente, que la llevaba a tomar decisiones equivocadas, perdía puntos y partidos por no saber tomar decisiones. Cuando identificó esto empezó a trabajar con un especialista, encontró su punto de quiebre y debió retarse como ser humano.
Cuando mira en retrospectiva sabe que las dificultades son tan solo el inicio de su historia, que le permitieron forjar su carácter, tener confianza en sí misma, tomar decisiones y creer en sus capacidades. Diana es reconocida como una de las cuatro mejores en el país en su disciplina y protagonizó el logro más importante, hasta ahora, del vóley playa colombiano: obtener la medalla de plata en los Juegos Centroamericanos del 2018.
Hoy Diana sabe que entre más grande es la dificultad, mayor será la gloria.
Un nuevo reto
Una nueva dificultad asoma en el camino de Diana, adaptarse en el menor tiempo posible a una nueva pareja para afrontar la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Su anterior compañera, con quien logró las grandes gestas para un deporte relativamente nuevo en el país, se lesionó y estará nueve meses fuera de competencia.
Ante la dificultad…
Es necesario elegir un objetivo,
puede ser un punto débil, para
enfocar la lucha y perfeccionarse a
través de la dificultad.