Por: Antonio Copete* – Astrofísico.
Colombia es un país vibrante, rico, diverso. Y esa riqueza y esa diversidad crean a su vez un ecosistema complejo, lleno de muchos centros y, en consecuencia, también de muchas periferias. Yo me declaro un apasionado de las periferias. Quizás no sea una coincidencia, porque de las periferias vengo, de las periferias me nutro, y en ellas siento que mi trabajo cobra más sentido. Vengo de periferias geográficas y sociales de Colombia, del Chocó por parte de mi padre, del Magdalena por parte de mi madre, de la Colombia negra y mestiza, y de la Colombia hecha a pulso. Y al mismo tiempo, como investigador en Astrofísica, trabajo en las periferias del espacio y del tiempo, estudiando los fenómenos más extremos del Universo, que generan emisiones de extrema energía en rayos X y rayos gamma, muchas de ellas originadas miles de millones de años atrás.
Todos de alguna forma tenemos una noción de las periferias, las de nuestra sociedad, nuestra región, nuestro país, nuestra naturaleza. Hemos visto las lejanas laderas y picos de las montañas. Hemos visto las estrellas del cielo. Hemos visto a personas de otro lugar, otra condición económica, otra etnia, otro género y orientación sexual, otras capacidades físicas y mentales, otra edad, otra ideología política. ¿Cómo nos acercamos a esas y tantas otras periferias?
Parte de lo que define a las periferias es que no llegamos a ellas por casualidad, por inercia. Llegamos a ellas por determinación y por decisión, muchas veces yendo en contra del flujo natural de las cosas, en la dirección contraria a la que nuestro entorno nos empuja a ir. Y de ahí en gran parte viene mi fascinación por ellas, porque evocando ese célebre discurso del presidente Kennedy cuando expresaba la aspiración de EE. UU. de llegar a la Luna –aquella que se convirtió en realidad ahora hace 50 años–, a las periferias llegamos no porque es fácil, sino precisamente porque es difícil.
En este año 2019 Colombia se ha puesto un reto muy importante: el de repensar su sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI), ese sector que trabaja en las periferias del conocimiento, la creatividad y el intelecto humano. Ahora contamos con un nuevo Ministerio de CTeI, y también este año el gobierno ha convocado una Misión de Sabios, o grupo de expertos encargado de trazar una hoja de ruta en CTeI para las próximas décadas. Para quienes tenemos el honor y la responsabilidad de integrar esa Misión, hay al mismo tiempo un centro que nos atrae y que nos tienta: el de ver al país solo desde nuestra perspectiva académica, desde nuestros prestigiosos centros de educación e investigación, desde nuestras grandes ciudades, desde nuestra élite intelectual.
Y como en toda actividad humana, vencer esas inercias necesita determinación, en este caso la determinación de ir más allá de nuestro nicho profesional para buscar conectarnos con todos los sectores –Academia, Empresa, Estado y Sociedad–, y así podamos articular una visión de país que nos incluya a todos, y muy especialmente a nuestras periferias. En mi caso particular, ese trabajo orientado hacia las periferias de nuestro país me ha llevado a 29 municipios de 18 departamentos en las 5 regiones de Colombia, donde hemos sostenido espacios de diálogo abierto con una gran variedad de actores locales. Fue una meta autoimpuesta, que requirió vencer obstáculos y escepticismos difíciles de describir en un corto escrito, pero como todo buen reto, llena al mismo tiempo de grandes sorpresas y satisfacciones.
Este trabajo para mí significó llegar por primera vez a lugares como el Pacífico nariñense, el sur de la Guajira, el Guaviare, y el cruce de la Cordillera Occidental para llegar al Chocó; y una vez en ellos, descubrir la riqueza de nuestro talento intelectual, nuestras formas de conocimiento, nuestros sabios de todas las edades, sabios del campo y de las montañas, de los ríos y de las costas, y tantos logros valiosos que el resto del país poco conoce. Y la paradoja –y a la vez el encanto– de llegar a esas periferias es que alcanzarlas sólo nos termina generando más preguntas, más inquietudes, más periferias por conquistar. Es la misma paradoja de la búsqueda del conocimiento que hacemos los científicos, donde el conocimiento es ese horizonte –esa periferia– hacia el que siempre caminamos, pero nuestros logros a lo largo del camino al final sólo nos muestran que ese horizonte siempre queda aún más allá.
*Investigador del Centro de Astrofísica de la Universidad de Harvard (Cambridge, MA, EE. UU.), y miembro de la Misión Internacional de Sabios para el avance de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación