“Si decía que no lo hacía, otras diez personas detrás de mí hubiesen dicho que ellos sí”. Con esta frase, que se dijo a sí mismo cuando le ofrecieron el puesto de laboratorista en el recién inaugurado periódico El Mundo, Henry inició su carrera fotográfica. Corría el año 1979.
A esa entrevista de trabajo fue con la esperanza de ser contratado como dibujante, campo en el que tenía experiencia, pero el destino es necio y pone a las personas y las oportunidades en el lugar y en el momento correcto. ¿Tomarlas o no? Eso es decisión propia.
Él aceptó y en ese momento inició una vorágine de conocimiento y crecimiento profesional. Henry no estudió en una academia, lo hizo a punta de libros, ensayos, errores y calle. En su trabajo diario revelaba las fotos de los más grandes.
(Lee también: “Mi propósito en la vida es ser feliz y ser feliz es hacer lo que me gusta”).
De hecho, en algunos casos mezclaba esas fotos con ilustraciones. Así empezó a construir un estilo y mensaje propios, eso fue lo que lo hizo diferente. Tanto que empezaron a buscarlo fuera de los límites de su departamento, justamente en la capital del país, en Bogotá.
Durante cuatro años dijo que no, pero como dicen en la calle, “no hay quinto malo” y en esa ocasión, y con el “permiso” de Elizabeth, su esposa, dio el sí.
Claro que sintió temor, ese mismo que bien empleado se convierte en el combustible de la disciplina, en el detonante de la confianza en sí mismo y en la guía para identificar las capacidades propias, esas que hacen que el trabajo hable por sí solo.
En el caso de Henry, su don tal vez reside en dos cosas: entender que la cámara no hace al artista y saber que las fotografías, al igual que las palabras, pueden, por sí solas, contar grandes historias.
Así, con su lente captó el 5-0 de Colombia a Argentina, la captura de Carlos Lehder Rivas y dos mundiales de fútbol, entre otros acontecimientos históricos de Colombia y del mundo. Además, integró la nómina de periódicos de renombre, entre ellos, El Mundo, El Tiempo y El Colombiano. Hoy solo basta con teclear su nombre en Google para toparse con imágenes grandiosas, ganadoras de premios en otras partes del planeta.
En el 2014, con 55 años, decidió que era hora de enseñar y de entregarle todos sus conocimientos a las nuevas generaciones de fotorreporteros. Abrió un instituto y allí en cada clase mezcla la teoría, la práctica, la calle, la realidad y todos los secretos que aprendió de su oficio para que sus alumnos comprendan que cada imagen habla y refleja lo que su autor es. Hoy, Henry no se guarda nada.
Incansable.
Cuando se le pregunta
por el más importante
de todos los premios
que tiene en su
haber, él responde que
es el próximo que se
va a ganar.
Con esta foto ganó el premio World Press photo en el 2006. Un día recibió una llamada desde una prisión en los Estados Unidos. Uno de los reclusos, colombiano, solicitó la imagen en alta resolución para uno de sus cursos de arte. Henry se la envió. A los meses recibió un lienzo con una pintura basada en su foto. Dice que quedó mejor que la original.
Excelente persona y profesional. Con su sensibilidad ha capturado y recreado la realidad del país. Valoro su trabajo, de manera especial, las series sobre la vida y la muerte.